El Espejo de Obsidiana y el Poema del Colibrí

Espejo de Obsidiana


Había una vez en la antigua Tenochtitlán, un hábil artesano azteca llamado Acalli. El era reconocido por su destreza en trabajar la obsidiana, una piedra volcánica que poseía una belleza única y un brillo intenso. Su mayor anhelo era crear una obra maestra que honrara al ilustre Nezahualcoyotl rey de la ciudad vecina de Texcoco y famoso por su refinado gusto en el arte.

Durante meses, Acalli trabajó incansablemente en su taller, tallando y puliendo cuidadosamente la obsidiana. Cada golpe de su cincel era guiado por su pasión y dedicación. Finalmente, dio vida a un hermoso espejo de obsidiana, que brillaba como una estrella en la noche.

Con gran emoción y orgullo, Acalli presentó su creación al rey Nezahualcoyotl. Al contemplar el espejo, el rey quedó maravillado por su hermosura y perfección. Agradecido por el regalo, decidió colocarlo en un lugar muy especial de su majestuoso palacio en Texcoco, cerca de una exquisita fuente de aguas cristalinas.

Una hermosa tarde, cuando el sol, Tonatiuh, se encontraba en su puesta, los rayos dorados se filtraban a través de los ventanales del palacio. Uno de esos rayos mágicos se posó sobre el hermoso espejo de obsidiana, y en ese instante, algo extraordinario sucedió.

Un reluciente colibrí, con plumaje resplandeciente y delicadas alas, emergió del espejo. Se posó frente al rey Nezahualcoyotl, y con una voz melodiosa y suave, comenzó a recitar un poema:

"Amo el canto del cenzontle, pájaro de cuatrocientas voces. Amo el color del jade y el enervante perfume de las flores, pero más amo a mi hermano: el hombre".

El rey escuchó con asombro las palabras del colibrí y quedó cautivado por la belleza del mensaje. Reconoció en ellas la importancia de la diversidad y la interconexión de todas las criaturas en el mundo, y la necesidad de amar y respetar a sus semejantes.

Nezahualcoyotl, con humildad y gratitud, agradeció al colibrí por su poesía y reflexión. El pequeño pájaro regresó al espejo de obsidiana y con armoniosas palabras le dijo al rey, que ese poema era un reflejo que nacía de su corazón por lo que ese hermoso poema era un regalo por su gran sabiduría.

Desde ese día, el espejo de obsidiana se convirtió en un símbolo de sabiduría y un recordatorio constante para el rey y todos los que visitaban el palacio. Cada vez que alguien se detenía ante él, podía contemplar su propio reflejo y recordar la importancia de amar y valorar a todos los seres humanos como hermanos.

La historia del espejo de obsidiana y el colibrí se difundió por todo el imperio azteca, y se convirtió en una leyenda que inspiraba a las personas a ser más compasivas y respetuosas, reconociendo la belleza y la diversidad que existe en el mundo.

Con el tiempo, el espejo de obsidiana fue contemplado como un objeto de gran veneración. Los texcocanos comenzaron a utilizarlo en ceremonias especiales y rituales sagrados, creyendo que poseía poderes místicos y era capaz de revelar verdades ocultas. Se decía que aquellos que se miraban en el espejo con sinceridad y humildad podían encontrar la sabiduría y la claridad en sus propias vidas.

El legado del espejo de obsidiana y el poema del colibrí perduró a lo largo de los siglos, transmitiéndose de generación en generación. Se convirtió en un símbolo de la conexión entre la belleza de la naturaleza y la importancia de la armonía entre los seres humanos.

Incluso después de la llegada de los españoles y la caída del imperio azteca, la historia del espejo de obsidiana y el mensaje del colibrí continuaron viviendo en el corazón del pueblo. Recordaban la necesidad de amar y respetar a todos los seres humanos, sin importar su origen o cultura.

Hasta el día de hoy, la leyenda del espejo de obsidiana y el poema del colibrí nos recuerda la importancia de la empatía, el respeto y el amor en nuestra vida diaria. Nos invita a mirarnos en el espejo de la compasión y encontrar la belleza y la hermandad que nos une como seres humanos, recordando que todos somos parte de un mismo tejido de vida en este vasto y maravilloso universo.

Guillermo Rizo

Editor de Mitósfera de México

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